Un hogar modelo que necesita padrinos

Casi todos tienen la misma edad que la existencia del hogar. Y otros incluso la superan. Son 200 los adultos mayores que viven en el Hogar Israelita Argentino para Ancianos, en Burzaco, que ya cumplió 89 años. La mayoría de ellos sufre carencias económicas y afectivas.

María Helena Ripetta

 

“Esta es su casa y así queremos que lo sientan”, explica Samuel Senderovsky, director del hogar desde hace un año, donde viven adultos mayores de la colectividad judía. Esta asociación civil sin fines de lucro tiene un predio de 16 hectáreas, donde los pensionados viven rodeados de árboles y hasta adoptan los perros de la zona que se quedan sin casa.

“Nos ocupamos de la asistencia integral de todos ellos. Acá hay médicos las 24 horas, psicólogos, asistentes sociales y otras especialidades. Tienen todo lo que necesitan, incluido el afecto”, dice el presidente de la asociación, Salomón Aizenberg.

Paseos fuera del hogar

El 80% de ellos sufre algún grado de incapacidad. Muchos de ellos no tienen la posibilidad de movilizarse y los que pueden hacerlo salen a pasear con personal del hogar: ya han asistido varias veces al Teatro Colón. También se les brindan talleres de literatura, de periodismo, de teatro, de música, de yoga y actividades físicas para trabajar sobre lo motriz.

“El promedio de edad es de 88 años. Muchos de ellos no reciben visitas y otros tienen a sus hijos en el extranjero, por lo que pueden venir poco seguido”, dijo Senderovsky, quien espera que muchos voluntarios se sumen al proyecto de adoptar a un abuelo. Incluso viven en el hogar cuatro personas que padecieron el Holocausto.

“El objetivo es darles una vida social. Y no que su única actividad sea ver a los médicos”, agrega Aizenberg. Los empleados trabajan en la atención directa, divididos en turnos durante las 24 horas. Además de otros casi 60 profesionales que se alternan. “No se para nunca”, afirma Senderovsky.

Los que pueden movilizarse tienen sus cuartos con televisor. Los comparten con otro, de esta manera no están solos durante la noche. “Me atienden como a una reina”, afirma Paulina Lubelski, de 75 años, una psicóloga que disfruta de los desayunos literarios que se organizan en el hogar.

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“Hay gente a la que nunca la vienen a ver y yo las escucho. Mis hijas vienen siempre y todos las quieren”, dice Lubelski. Añade que la pone “feliz” que tanto verde la rodee. “Acá hay gente que se casa, o se ha puesto de novio. Yo llegué con mi esposo, y acá cumplimos los 50 años de casados antes de que él muriera”, dijo.

Miguel Vainroj tiene 78 años y hace tres que vive en el hogar. Su esposa murió hace unos días, pero él no deja de planificar el futuro.

Estudiantes universitarios

“Preparo el cine en un televisor grande para que todos los sábados disfrutemos entre todos. Elijo las películas, hay cosas que no traigo, como las del Holocausto. La idea es alegrarnos”, relata Vainroj, que también se preocupa por organizar el té.

Junto con Víctor Lumeellski, de 94 años, va a la Universidad de Lomas de Zamora a estudiar antropología. Además, Vainroj aprendió a manejar la computadora.

Los dos siempre están juntos. “Me conviene ir al lado de él porque me defiende. Es más grandote”, afirma pícaramente el hombre de 94 años. En cada una de las tres grandes casas hay asambleas donde se tratan todos los problemas que ellos plantean. El hogar cuenta con enfermería, espacios para jugar a las cartas y escuchar música; también hay un templo.

La gran cocina está a cargo de David Arari, que se preocupa para que cada uno tenga su comida caliente y la indicada por la nutricionista. “De acá no me saca nadie, estoy por voluntad y muy feliz”, afirma Sabsai Ivenskis, de 81 años.

El hogar, desde hace unos años, se sostiene únicamente con donaciones, con socios y con lo que pueden aportar algunos de los familiares.

Son muchas las necesidades que tienen los adultos mayores que allí están viviendo, desde pañales hasta muebles. Todo es útil. También necesitan voluntarios para acompañar a los abuelos que están solos. Quienes puedan colaborar tienen que llamar al (011)4961-4071/73 o enviar un mail [email protected]
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Fonte: La Nación, 10 de Enero de 2005. Disponible Aquí 
Reproduzido Aquí 

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